Convertir recuerdos en un proyecto suena contradictorio. Puede ser hasta desaconsejable; pero como reto es apasionante.
Así nació Etxelaia. Al menos así nació la idea que ha dado luz a lo que hoy es y a lo que queremos que sea en el futuro, aunque sin cerrar puertas a otras luces.
Etxelaia ha sido durante casi dos siglos una casa familiar, y una casa familiar es ante todo una caja de experiencias, de las que marcan, de las que no se borran. Por eso, a la hora de plantearnos qué hacer con un legado como éste y añadirle el componente “negocio”, sólo había una cosa clara, no podíamos borrar lo imborrable, el disfrute de la casa con la familia y con las personas más cercanas.
Con esa premisa acometimos el proceso de rehabilitación y decoración interior. Debíamos mantener su disposición de uso como vivienda familiar, añadirle practicidad y lógica, renovar las instalaciones adaptándolas a nuestro tiempo, dar versatilidad a los espacios para dejar evolucionar el proyecto y, además, conservar la esencia de una casa de 200 años.
Escribir el párrafo anterior nos ha costado tres minutos, ejecutar su contenido nos ha llevado la misma cifra, pero en años. Un trabajo del que todos los que hemos formado parte del mismo estamos satisfechos y orgullosos. Ahora nos encontramos en la siguiente etapa, la de llenar Etxelaia de nuevas vivencias que añadan valor a la historia de la casa y se conviertan en grandes recuerdos.
Porque importa lo que vives y dónde lo vives.